Los nativos digitales: imperio de sensorialidad que se perpetúa

Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) nos aportan un enriquecimiento personal en algunos aspectos, por ejemplo facilitando el acceso a la información y permitiendo la comunicación con personas queridas que están a gran distancia. Aun así, también pueden poner en riesgo a las personas en edades más vulnerables: los niños y los adolescentes. Hoy vamos a hablar de los primeros por considerarlos los más olvidados, de cómo en función del uso, un dispositivo (móvil, tablet, ordenador, videoconsola…) puede convertirse en una herramienta positiva o negativa en la constitución del sujeto.

Padre e hijo tablet

 

En este artículo no nos centraremos en las posibilidades concretas que ofrece internet, cómo las redes sociales o los videojuegos online, ya que lo haremos en el artículo posterior dedicado a los adolescentes, que son sus principales usuarios. Aun así, cabe señalar que la edad en que nuestros niños acceden a estos servicios va avanzando continuamente.

También comentar que cuando hablemos de la madre y/o el padre nos estaremos refiriendo a las funciones maternas y/o paternas, teniendo en cuenta las nuevas estructuras familiares. Cuando hablemos del pecho, nos referiremos al pecho y/o biberón.

Parafraseando mi colega y maestro Ricard Mil·lieri, actualmente en nuestra sociedad los bebés pasan del “pezón al botón”. Y es que, ¿cómo se realiza el destete? Cuando nace un niño parece que tengamos prisa para que aprenda a manejar un mando, una tablet, un móvil, y sus botones. El niño prueba con su natural curiosidad, y a través de ensayo y error, aprende. ¡Qué contentos estamos! ¡Qué contento se pone él por nuestro “estar contentos con él”! Esto es saludable, estructurante y motivador. Pero la situación puede tener otro acontecer.

Actualmente parece que a los padres les cuesta mucho sostener la angustia de sus hijos. Quizá tenga que ver que desde la OMS, ya en 1948, equiparaba en su definición la salud a la felicidad. ¡Todos debemos ser felices para estar sanos! Y sino es así surge la culpa asociada a no poder gozar del placer ideal. Los padres se sienten totalmente responsables de la felicidad de sus hijos. ¿Soy buen padre si dejo que mi hijo se angustie? No poder sostener la angustia de los hijos si no se les da todo lo que piden y ser incapaces de consolarlos, hace que estos mismos padres tengan conductas y actitudes de abandono hacia sus hijos: ¿O no es abandonarles si les damos todo lo que piden aunque no sea lo mejor para su desarrollo?

Como apunta Melanie Klein, cuando nace el niño se siente con-fundido con la madre. Es la madre quien debe dar un espacio donde puedan tener lugar las representaciones mentales. Acorde con las ideas de Donald Winnicott, la Madre en principio debe ilusionar al bebé para irlo desilusionando luego gradualmente. Esto le permite al niño ir entrando en contacto con la realidad y con la subjetividad, donde puede desarrollar las primeras estructuras mentales necesarias. La madre ofrece o no-ofrece el pecho y en esta dinámica del no-todo, de la falta, nos vamos constituyendo y estructurando como personas.

En esta primera fase de desprotección del bebé pueden aparecer conductas de los padres o personas responsables que no favorezcan la creación de este espacio intermedio y transicional, de representaciones simbólicas y de diferenciación. Si el niño siente que lo puede todo, no va a poder diferenciar el deseo de realidad. El niño queda desprotegido.

Es frecuente observar cómo ante la demanda de los niños de atención y dedicación afectiva se les ofrece un “algo sustitutorio” que en el caso que nos ocupa va desde la televisión (en bebés) hasta varios dispositivos (tablet, móvil, videoconsola, etc.) cuando ya pueden sostenerlos – pantallas.

Sin darnos cuenta, ya en la sillita del coche les facilitamos que se distraigan con los dispositivos (¿distraerlos de qué? ¿De un sufrimiento normal?). Obturamos que el niño tenga sus propias experiencias sensoriales que, sin distracciones, irían acompañadas por la formación de pensamientos o fantasías que llegan a adquirir una importancia vital para el bebé en el momento de disponerse a dormir y que es una defensa contra la ansiedad.

En este contexto el imperio de la sensorialidad se perpetúa, obturando el proceso tan necesario de las representaciones simbólicas y las vinculaciones afectivas, y colocando al niño en una posición de pasividad.

La pasividad es un síntoma que implica la renuncia a situarse como sujeto pensante, y esto posteriormente se reflejará en el aprendizaje. Existe una relación entre el conocer y el mirar. El mirar es la base somática del aprender. En un continuo del mostrar, tenemos el exhibir del enseñante en un extremo, que conlleva evitar mirar (encandilarse) del aprendiente.

Ante una pantalla el bebé queda hipnotizado, encandilado por lo que no aprende nada, ya que sólo queda atrapado en lo sensorial. Cuando este bebé crece y ya es un niño, sigue necesitando de la interacción afectiva de los padres para un buen desarrollo. A veces se les deja largos ratos solos con dispositivos móviles, empezando ya en ese momento a inducirlos a unas conductas de aislamiento y soledad en desconexión con los valores y afectos. Esto es de suma importancia porque determinará la relación de esta persona-niño con las TIC.

Los padres deben interesarse por lo que hace el niño, aprender lo que le gusta a su hijo, acompañarlo y orientarlo en este recorrido. Introducir valores y afectos.

Las personas necesitamos del anclaje simbólico del amor del otro, que se transmite también acompañando, compartiendo y orientando mientras nos divertimos con nuestros hijos a través de las TIC.

Hay que ayudar al niño a pasar de un deseo del impulso-compulsión a un deseo de la falta, aunque resulte difícil en la sociedad actual en que nos aboca a consumir constantemente y a hacerlo aquí y ahora.

También es importante respetar las diferentes etapas evolutivas de los niños, por eso hay que estar atentos a los contactos cada vez más precoces de los niños con las TIC, porque sin un acompañamiento pueden darse desórdenes en la constitución del sujeto respecto a su identidad (pudiendo llegar a trastornos).

Cuando el niño escriba en google “culo”, “tetas” o “sexo”, tiene que estar preparado para las imágenes que verá, imágenes que debe poder articular con los valores y afectos.

Artículo por Carme Guillén